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TÚ
Tú
mascada ebria del deseo
y ahora
eco de otoñada
para mil hojas
No pidas ni un desgarro de mis hostias
que reverberas.
Te elevo
hacia los cielos rasos de mis catedrales. Te desclavo y elevo.
Mis manos nada pueden retener
de toda esa inmensa cabellera
que se desnuda en mi rezo apenas.
Ave María.
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